Proyecto Anfitrión

Ha costado la vida, el viaje a Grecia han sido casi tres semanas de viaje decimonónico en tren y barco...Llegamos exahustos y al límite de nuestros recursos. Pero la entrada no iba a ser fácil. Aunque he de admitir que el pueblo griego es especial. Cuentan con una gran autoestima y un gran corazón. Son capaces de grandes cosas.  Ahora vivimos en el barrio más pluricultural de la ciudad, uno de los más pobres y ricos en texturas humanas. Nos están tratando muy bien. Se muestran muy interesados en nuestro proyecto y...también nos enseñan con mucha naturalidad los puntos flacos de nuestro discurso. El equipo de Anfitrión está recibiendo nuevos integrantes, personas con proyectos afines que enriquecen el nuestro. Empezaremos en pequeñito, aprenderemos de lo que ya se está haciendo (que es mucho!) y trataremos de aportar...al menos nuestra capacidad para unir y conectar iniciativas que ya se están llevando a cabo, y entrelazarlas con la nuestra. Este Viaje está siendo una transformación.

De todas es conocida la situación de los refugiados en Grecia. Y la crisis de precariedad económica que se sufre en ese país, los últimos años. Personas. Personas mayores, que han trabajado duro toda la vida. Jóvenes que se ven obligados a emigrar, mujeres criando a sus hijos a pesar de todos los pesares...se ven inundados por un río que no cesa de refugiados. Personas. Personas cuya ciudad fue bombardeada. Cuyos familiares murieron. Personas que salvaron lo que pudieron y que hicieron de tripas corazón para seguir adelante. Siempre adelante. Personas que hicieron miles de kilómetros a pie. Que se metieron en barcas precarias confiando su existencia a Dios. Que, milagrosamente, llegaron a la otra orilla. Para pasar hambre. Para pasar meses y meses en un campo de refugiados infame e insalubre. Que llevaron a cabo una odisea...¿para llegar a dónde? ¿A cuál estrato del infierno? Mi más profunda admiración va para ellos. Por su fuerza, su resiliencia y su voluntad. También siento gran ad